Historia y cultura
La Villa de San Millán de la Cogolla nació hacia el año 1022, en tiempos del Abad de Suso Ferrucio y del Rey Sancho III el Mayor de Navarra. Tiene cuatro barrios: Santurde, Barrionuevo, Prestiño y Lugar del Río.
El más antiguo de los barrios fue el de Santurde, que en los primeros textos aparecía como “San Jorge”. Hacia el año 1189 los documentos ya hablan de Barrionuevo como un núcleo de población construido junto a Yuso. El nombre del pueblo proviene, lógicamente, del santo, que, a su vez, es una derivación de Aemilianus (Emilio y Emiliano son otras derivaciones del mismo nombre) y de la palabra “Cuculla” (cima del monte) muy adecuado para una población ubicada en la Sierra de la Demanda, entre el valle del Ebro y la Meseta.
Los Monasterios
de Suso y Yuso
El mayor atractivo de San Millán son sus dos Monasterios, Suso y Yuso, los dos declarados Patrimonio de la Humanidad en 1997. Ambos deben su existencia al Santo Millán, primer patrón de Navarra, de Castilla y copatrón de España, que nació en el año 473 y murió el 12 de noviembre del 574 a los 101 años, quien fundó y vivió en el monasterio de Suso (arriba). Ya fallecido, debido a la devoción que despertaba entre los fieles y la fama que alcanzó por los milagros que se le atribuían, el Rey García de Nájera quiso trasladar los restos del santo a su capital, pero no hubo forma humana ni animal capaz de vencer la resistencia de San Millán a salir del valle. Es lo que se conoce como el milagro de los bueyes. El Rey don García, aceptando la voluntad del santo Millán, ordenó la construcción de Yuso (abajo)
Tanto Suso como Yuso fueron focos de actividad cultural de reconocido prestigio. En el siglo X, en un escrito conocido como “Las Glosas Emilianenses”, aparecen las primeras oraciones escritas en una lengua romance propia del pueblo llano. Se consideran las primeras expresiones escritas del castellano. En el mismo texto, aparecen palabras sueltas en Euskera.
San Millán de la Cogolla se convirtió en villa por voluntad de Carlos I y sus habitantes compraron a su hijo, Felipe II, el derecho a nombrar a sus propios dirigentes.